La teología actualmente muestra un aumento significativo de los laicos en su participación. Poco a poco aumenta el número de laicos que estudian teología. Se podría decir que la teología está pasando de la mano del clero a la de los laicos. Esto se debe a que en el mundo actual el pensamiento es más diverso y plural, con lo que el fiel se enfrenta a posturas distintas, credos diferentes, que le obligan a prepararse en la formación de su fe.
La fe bíblica se manifestó de manera plural. El acontecimiento de Jesucristo se expreso de manera diversa en el pensamiento de San Pablo y el de los cuatro Evangelistas, en la Patrística y en la Edad Media. La modernidad y la posmodernidad generaron una independencia de las áreas culturales respecto al mundo religioso. Si anteriormente la reflexión teológica tomaba de la filosofía platónica o aristotélica sus bases, en la actualidad la diversidad de pensamiento filosófico a nutrido la manera de reflexionar la fe. En suma, en la actualidad no es posible llegar a la homogeneidad teológica.
La sociedad liberal rompe con el función de norma reguladora que tenía la Iglesia Católica. Ahora la conciencia personal tiene la libre decisión en materia religiosa. Ahora se pueden tomar decisiones personales religiosas, que configuran un nuevo pluralismo religioso. También el modernismo ataco a la religión y viceversa, y no fue hasta el Concilio Vaticano II que empezó una reconciliación.
La teología autoritaria está en crisis: basan la verdad en la autoridad extrínseca del poder, negando el diálogo. En contraparte, aparecen teologías basadas en el diálogo, en la provisionalidad de sus reflexiones: teologías desechables. Sin embargo, una teología actual ha de ser dialógica.
1.1. Pluralidad Teológica y Unidad de la fe.
Leamos Efesios 2, 11- 22. Estamos llamados a estar cerca por la Sangre de Cristo: él es nuestra paz (reconciliación), de dos pueblos hizo uno. Tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu. Estamos llamados a la unidad por mérito de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, en el Espíritu Santo. Sin embargo, San Pablo considera el ministerio de anunciar a Cristo como una gracia (Ef 3, 8-9). He aquí un gran problema: ¿Quiénes son los aquellos portadores de esta gracia? y además, ¿Esta gracia desacredita la reflexión teológica de quienes institucionalmente no la portan? "Por otro lado, la experiencia de la fe nos manifiesta que acontece en un dinamismo histórico: de Abraham hasta Cristo y culmina de Cristo hasta la Parusía. La Ortodoxia es la participación de un caminar de la fe, participación en el yo de la Iglesia". Este texto entrecomillado encierra el uso ambiguo de la palabra "fe": la fe como experiencia subjetiva, la fe como dogma, la fe como historia de la salvación, etc. Por lo que no hay que aceptarlo de forma inmediata hasta que se especifiquen tales equívocos. En primer lugar, porque si consideramos el sentido puramente histórico del caminar de la fe cabría el riesgo de afirmar que quien le da sentido último sería el hombre. La Iglesia es el sujeto en el que se da la unidad de las teologías y la unidad de los dogmas a través de la historia. Dentro de la tradición bimilenaria el criterio para distinguir el verdadero pluralismo del falso es que el primero está enmarcado dentro de la fe de la Iglesia expresada en: La Escritura, el dogma, los Concilios, el Magisterio y la Tradición. Por lo tanto, hay doctrinas gravemente ambiguas e incluso incompatibles con la fe de la Iglesia, con lo cual la autoridad tiene el deber de excluirlas y rechazarlas de formalmente como herejías.
Las formulas dogmáticas son respuestas a problemas precisos y, en esta perspectiva permanecen siempre verdaderas. El pluralismo en materia de moral aparece en la aplicación de principios generales a circunstancias concretas. La unidad moral se funda en principios constantes
1.2. Pluralidad Teológica y Unidad de la fe.
La Unidad de la catolicidad está basada en: la fe, en la doctrina, en el culto, en los sacramentos y en el gobierno. Se expresa en: el dogma, el magisterio, los concilos, las declaraciones del Papa. En el pasado la unidad de la fe se caracterizaba por la unanimidad, uniformidad y centralización. Actualmente estas características ya no existen del mismo modo.
En cuanto a la teología hay una pluralidad metodológica y de orientaciones: teologías progresivas y conservadoras. También hay una teología crítica que se limita a justificar, fundamentar y repetir lo ya dicho por el magisterio. Sin embargo también la jerarquía ha relajado el rigor de la autoridad en materia de fe, lo que ha originado confusión y pluralidad.
¿Esta pluralidad actual es un signo propio de la época? El hecho de tener el único evangelio de Jesucristo, crucificado y resucitado, en cuatro evangelios, ¿no es un signo de pluralidad teológica dentro de la unidad de la fe? Existió un conflicto entre Pedro y Pablo: Ga 2, 11-14 "Mas, cuando vino Cefas a Atioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era censurable. Porque antes que llegaran algunos de parte de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero una vez que aquellos llegaron, empezó a evitarlos y a apartarse de ellos por miedo a los circuncisos. Y los demás judíos disimularon como él, hasta el punto de que el mismo Bernabé se vio arrastrado a la simulación. Pero en cuanto vi que no procedían rectamente, conforme a la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: "Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?." Con este ejemplo se manifiesta que en la Iglesia primitiva no había una unidad absoluta.
Durante la Edad Media también no existía una unidad total, había tensión entre: teologías de diferentes escuelas, papado e imperio, Papa y obispos, Papa y concilios, etc.
En el siglo XIX y XX surge la idea de la unidad como uniformidad manifestada en las siguientes características: tendencias antirreformistas, realce teológico del papado, su primado jurisdiccional sobre la iglesia universal y su infalibilidad en declaraciones ex cathedra. La unidad como sinónimo de uniformidad se consumó en la figura de los papas Pius. Esa unidad termino con Juan XXIII y el Concilio Vaticano II.
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